Más de 50.000 personas pasaron por el Parc Nord del Prat de Llobregat en la sexta edición del festival Esperanzah!. Un techo que será difícil de superar en próximas ediciones y que muestran a todos que gracias al trabajo solidario, voluntario y sin ánimo de lucro, otro tipo de festivales es posible. Aunque el éxito de este festival autogestionado y gratuito, o “fiesta de la economía solidaria” como lo subtitula la asociación sociocultural Gats que lo organiza, no se explicaría bien sin nombrar a los dos cabezas del cartel musical que tuvieron el viernes y el sábado. O sea Txarango y Manu Chao. Ellos, junto con otros tantos grupos, estuvieron tocando durante los tres días del fin de semana, en dos escenarios alternos y en un recinto natural realmente acogedor.
La noche musical del viernes empezaba con Bohemios Autorizados y su rumba con mucha gracia, salero y descaro, quizás ante no mucha gente, pero con gran predisposición a la fiesta. Está banda de El Prat tiene letras reivindicativas y divertidas, y entre la voz algo rota de su cantante y esos aires que recuerdan a unos primigenios Los Delinqüentes, hicieron “entonar” los primeros bailes. Les siguieron el cuarteto de Chicos y Mendez, banda procedente de Bélgica pero con cantante peruano al frente. Mostraron su diversidad musical a través de lo que ellos llaman música “alterlatina” (reggae, latin, ragga, hip hop). Hicieron desde una curiosa versión de “Con la mano levantá” de Macaco, al éxito de Paco Ibáñez “La mala reputación” pero en versión bailable. Su festiva participación fue posible gracias al intercambio con el hermano mayor del festival Esperanzah!, que se desarrolla en Bélgica, y es muy probable que Gambeat (Radio Bemba) les produzca su primer disco.
El relevo fue para Microguagua que tienen un dominio de la escena total, fruto de sus años en la calle y sus kilómetros de carretera. Nacidos de una Barcelona mestiza, pero real, su “street power reggae” funciona a la perfección y hace mover al más estático. Con ellos ya se empezó a vislumbrar que el tipo de público era bastante joven y también de ambiente familiar. Pero es que con Txarango se confirmó. Unas ocho mil personas (según la organización) se brindaron a un karaoke multitudinario donde un gran coro de jóvenes voces femeninas se unió a la de muchos padres y la de sus hijos. A pesar de tener solo dos discos y medio y pocos años de vida, la suya ha sido una carrera meteórica hacia el éxito, por lo menos en Cataluña, y cada uno de sus conciertos se convierte en una comunión musical entre grupo y público. Con un largo set list con casi todas sus canciones, con esa mezcla festiva de pop, rock, salsa, ska y reggae, con esas letras entre personales y de lucha y con esas armonías vocales coreables, la suya es una propuesta muy festiva y que ha ganado enteros musical y profesionalmente. Acabaron con la bonita y acústica “La Dansa del Vestit” y con un mensaje de apoyo a la economía solidaria y contra la corrupción política. Hay que recordar que Txarango defienden la idea de que la música puede cambiar el mundo, así que este era su festival. Después de ellos unos experimentados Calima dieron muestra, una vez más, de su buen hacer musical de aires flamencos. De nuevo nos llevaron de viaje bajo el comandamiento del bajo de Juanlu y de la voz cada vez más protagonista de Bea. Su concierto ensoñador y envolvente fue un “alivio” después de tanto ritmo de fiesta.
El sábado empezó musicalmente con La Banda Ton Pare. Un grupo de veteranos músicos de El Prat con el único leitmotiv de pasarlo bien. Y lo hacen con buenas versiones de éxitos de todos los tiempos. Por la cantidad y efusividad de la gente que concentraron, consiguieron su objetivo. A continuación Kimbala, grupo establecido en Francia, pero con gallegos, argentinos, colombianos y franceses entre ellos. De nuevo una mezcla festiva de rock, salsa, rumba, ska o como lo llaman ellos, “Rumba Style Pikante” y con letras de revuelta. Dos vientos vigorosos (que se unieron después al concierto de Manu Chao) dan fuerza a este combo que en escena no dan tregua al ritmo. De hecho también tienen la producción musical y escenográfica de Gambeat y eso se nota en la intensidad de sus conciertos. Otros que también resultaron intensos, pero especialmente simpáticos, fueron los numerosos músicos extremeños de Los Niños de los Ojos Rojos. Vestidos como habitualmente, o sea con sus faldas escocesas, y con esa extraña combinación de música celta, punk, heavy, balkan o funk, podrían ser el resultado de un cruce imposible entre Flogging Molly y Mojinos Escozíos. Flauta, violín, dos cantantes (uno muy hábil con el beatbox) con letras divertidas y comprometidas con la sociedad (que le han valido algún premio) y que pusieron a bailar a todo su público. Aunque su actuación fue en un escenario con mucho público, el otro ya estaba completamente colapsado con hasta 40.000 personas que esperaban al gran Manu Chao. Ver una actuación del músico hispano-francés y además gratis, resultó un reclamo excelente para dar a conocer este festival al gran público. Y nos habían dicho que Manu tenía problemas en los tobillos, de hecho los llevaba vendados, pero es que se mantuvo en escena algo más de dos horas y media y con una energía apabullante. Es cierto que lleva años con un show aparentemente con poco cambios, pero su banda, en está ocasión con el nombre de “La Ventura”, es una maquina perfecta y de resultados infalibles. Madjid con su guitarra lo mismo hace melodías que se marca un solo impecable. Gambeat es una roca con su bajo y no para de lanzar sus samplers distintivos con su pequeña maquinita. Y Garbancito mantiene el ritmo casi sin descanso con su batería. En esta ocasión, como apuntábamos, además con el aporte del trompeta y trombón de Kimbala. Lo hemos dicho siempre, Manu maneja como nadie la dinámica de sus directos. Sube o baja el ritmo cuando quiere, corta y pega trozos de canciones, mantiene la energía y la hace explotar a su antojo. Acostumbra a hacer “paquetes de varias canciones” que se inician a ritmo más lento, las va acelerando, para acabar poniendo la maquina a máxima potencia hasta hacerla estallar. Y es que el concierto no paró ni un instante, las canciones acaban, pero la batería o la guitarra siguen manteniendo el ritmo, y de nuevo en marcha. Desde su inicio con esa particular versión de “Se fuerza la maquina” (de Gato Pérez) entrelazado con “Mr Bobby”, a los momentos álgidos como con “La Primavera” y esos vientos atronando, el “Rainin In Paradize” (que compusiera viendo una actuación de Rammstein) o “L’Hiver est Là” y ese asalvajamiento del personal coreando “lolo, lolo”, todas resultan especialmente efectivas. ¿Cuántas canciones tocó? Difícil decirlo porque las mezcla todas, pero por lo menos una treintena. Y no faltaron sus mensajes contra la multinacional Monsanto, por los problemas de sus productos transgénicos, los abucheos contra Caja Madrid o el apoyo al barrio de Sant Cosme, origen de este festival. Y también hubo colaboraciones especiales como la de Daniel Lança, el “vagabundo da rua”, que se cantó su tema “Revolución de mi corazón”, mezclado con el “King Kong Five”. Joan Garriga (de La Troba Kung-Fú) con su acordeón que intervino en la última media hora o Amparo Sánchez que emocionó con el “Welcome to Tijuana”. Pero es que aún tuvo tiempo, en el último tramo del bolo, para ponerse rumbero y hacerse el “Desaparecido”, la “Rumba de Barcelona” y la tremenda “La Despedida”. Aunque el final fue de traca con el “Mala Vida”, el “Sidi H’Bibi” y la explosiva versión del “Volver volver” con un Manu golpeándose peligrosamente el pecho con el micro.
Después de tal derroche de energía, y algo agotados, aún pudimos disfrutar del electro-mestizo de La Sra. Tomasa. Tienen un solo disco, pero gran experiencia y un muy buen directo donde mezclan reggae, cumbia y ritmos afro-latinos con un punto vital de electrónica. Se les adivina buen futuro. Aunque esa noche no acabó con ellos, sino con ElectroRumBaiao, un nuevo proyecto de Dj Panjo junto al percusionista Alan Sousa. Percusión brasileña, música balcánica, flamenco y electrónica, que además contó con el trepidante acordeonista moldavo Anatol Eremciuc. Juntos forman una combinación irresistible para no dejar de bailar.